martes, 8 de mayo de 2018

Los nuevos enfoques en detección de mentiras


En general todos los seres humanos mentimos en múltiples ocasiones, ya sea por temor a las consecuencias (personales, legales o de otro tipo), por no querer asumir responsabilidades, por no querer herir al otro, por querer dañar al otro, por no querer enfrentarse a la realidad, para obtener un determinado beneficio, para ocultar algo, para evitar la vergüenza que supone reconocer algo que se ha hecho y por un sinfín de causas más.




Probablemente las mentiras más difíciles de detectar sean las mentiras cotidianas, las mentiras de bajo riesgo que todos empleamos para evitar la tensión o el conflicto en las interacciones sociales, o para que nos perciban los demás de manera positiva. Normalmente las personas no se sienten mal por contar este tipo de mentiras, por ejemplo cuando alguien le dice a su pareja que es la mujer más atractiva de toda la fiesta. En estas ocasiones preferimos mentir a expresar la verdad de lo que pensamos realmente. Este tipo de mentiras son intrascendentes y no conllevan, a priori, prácticamente ningún tipo de activación fisiológica o esfuerzo cognitivo adicional.

Pero hay otro tipo de mentiras que tienen una enorme trascendencia, como cuando un político niega su implicación en un determinado escándalo, o cuando un contrabandista dice no tener nada que declarar en una aduana, o cuando un sospechoso niega su participación en un crimen que ha cometido. En estos casos resultaría de gran utilidad diferenciar de manera confiable entre quienes mienten y quienes dicen la verdad. Pero dicha distinción es sumamente complicada y a día de hoy no disponemos de ningún sistema, procedimiento o herramienta, que nos permita tal diferenciación con los niveles de precisión deseables.

Hasta la fecha ha habido diferentes enfoques teóricos que han tratado de predecir qué señales verbales y no verbales pueden interpretarse como signos de engaño. Así podríamos citar el modelo de Ekman y Friesen (1969) basado en la fuga de emociones que el sujeto no es capaz de reprimir, el modelo multifactorial de Zuckerman, DePaulo y Rosenthal (1981), el enfoque emocional de Ekman (1985), el modelo del engaño interpersonal de Buller y Burgoon (1996) o la perspectiva de autopresentación de DePaulo (DePaulo, 1992; DePaulo et al., 2003). Estos enfoques tienen diversos puntos en común, como que los mentirosos pueden experimentar emociones más intensas, niveles más altos de carga cognitiva, o ser más propensos a emplear mayor número de estrategias y más variadas para tratar de causar una impresión convincente en los otros.

Pero la producción científica ha demostrado que las personas sinceras también pueden experimentar emociones intensas (por el temor a no ser creídas, o por verse en esa tesitura de ser consideradas sospechosas, por ejemplo), por lo que las señales de nerviosismo no pueden tomarse como signos de engaño. Respecto a las señales de carga cognitiva tampoco son dominio exclusivo de los mentirosos, ya que las personas sinceras, en algunos momentos, pueden tener que pensar mucho, o esforzarse por recordar algo (por ejemplo al tratar de recordar la matrícula su nuevo vehículo cuando a la mente le viene de forma automática la numeración del antiguo). Sin embargo bajo este segundo prisma la investigación ha permitido crear protocolos de entrevista que provocan y mejoran las señales de carga cognitiva de manera diferencial en sujetos mentirosos y sinceros. Así, en los últimos años se han llevado a cabo diferentes protocolos de entrevista para tratar de obtener y mejorar las diferencias verbales y no verbales entre sujetos mentirosos y sinceros.


Hoy sabemos que en situación de entrevista, o incluso de interrogatorio, es mejor utilizar un enfoque de recopilación de información” en lugar de un enfoque acusatorio, también que es mejor formular preguntas que los supuestos mentirosos no han podido anticipar, o hacerles preguntas temporales; preguntas relacionadas con el tiempo particular que el entrevistado dice haber estado en un lugar determinado, cuando se espera una respuesta preparada siguiendo un guión determinado (por ejemplo, "fui a nadar un rato").

Otra vía novedosa de investigación es el enfoque del abogado del diablo”, en el que los investigadores primero piden al sospechoso que discuta a favor de su punto de vista personal y luego les piden que discuta en contra de ese punto de vista. La técnica se basa en el principio de que siempre será más fácil para las personas presentar argumentos a favor que en contra de su propio punto de vista personal.

En otra línea de investigación, se ha planteado introducir la denominada técnica de "uso estratégico de la evidencia". Dicha técnica está resultando enormemente útil para situaciones en las que los investigadores poseen información potencialmente incriminatoria sobre el sospechoso. En esta técnica, se alienta al sospechoso a analizar sus actividades, incluidas las relacionadas con la información incriminatoria, sin darse cuenta de que el entrevistador posee esta información.

Por último un conjunto de investigaciones que están aportando luz al campo de la detección del engaño es el enfoque de "carga cognitiva impositiva". Aquí se parte del supuesto de que mentir es, con frecuencia, más complejo que decir la verdad. Este enfoque permite a los entrevistadores aumentar las diferencias en la carga cognitiva que experimentan los sujetos sinceros y los mentirosos, al introducir intervenciones mentalmente exigentes que imponen una demanda cognitiva adicional. Si las personas normalmente requieren más recursos cognitivos para mentir que para decir la verdad, a los sujetos les quedarán menos recursos cognitivos, para abordar estas intervenciones mentalmente exigentes, cuando están mintiendo que cuando están diciendo la verdad. Dentro de este enfoque existen diversas formas de imponer esa carga cognitiva adicional a los sujetos entrevistados, como: pedirles que cuenten sus historias en orden inverso, o pedirles que mantengan contacto visual con el entrevistador durante su relato.

Bibliografía

Buller, D. B., & Burgoon, J. K. (1996). Interpersonal deception theory. Communication. Communication Theory , 6, 203–242.

DePaulo, B. M. (1992). Nonverbal behavior and self-presentation. Psychological Bulletin , 111, 203–243.

DePaulo, B. M., Lindsay, J. J., Malone, B. E., Muhlenbruck, L., Charlton, K., & Cooper, H. (2003). Cues to Deception. Psychologycal Bulletin , 129 (1), 74-118.

Ekman, P., & Friesen, W. V. (1969). Nonverbal leakage and clues to deception. Psychiatry , 32, 88–106.

Martínez Selva, J. M. (2005). La psicología de la mentira. Barcelona: Paidós.

Vrij, A., Granhag, P. A., & Porter, S. (2010). Pitfalls and Opportunities in Nonverbal and Verbal Lie Detection. Phychologicall Science , 11 (3), 89-121.

Zuckerman, M., DePaulo, B., & Rosenthal, R. (1981). Verbal and nonverbal communication of deception. En L. Berkowitz, Advances in experimental social psychology (Vol. 14, págs. 1-59). New York: Academic Press.