lunes, 19 de marzo de 2018

La madre y la presunta asesina de Gabriel: Expresiones distintas para finalidades idénticas.


El caso del pequeño Gabriel Cruz ha conmocionado al país entero. Es la peor pesadilla que puede vivir un padre o una madre que profese amor hacia un hijo. Todas las personas de bien nos emocionamos al referirnos al trágico suceso. Lo hicieron los propios agentes de la Guardia Civil cuando dieron con el cadáver, también en la rueda de prensa consiguiente. Lo hicieron la vicepresidenta del Gobierno y el propio ministro del interior durante el funeral del pasado martes. Los homenajes y momentos de recuerdo se han extendido por toda España y son muchas las competiciones deportivas y conciertos musicales que han hecho alguna alusión al pequeño Gabriel. Y es que, cuando muere alguien tan vulnerable como un niño de 8 años, y de esa manera, la conmoción inunda a todas las clases sociales, ideas o profesiones.
 
El cuerpo sin vida de Gabriel fue encontrado por la Guardia Civil el pasado domingo 11 de marzo, doce días después de su desaparición en la localidad almeriense de Las Hortichuelas, en Nijar (Almería). La autopsia ha determinado que Gabriel murió estrangulado el mismo día de su desaparición. La principal sospechosa, Ana Julia Quezada, pareja del padre del menor, fue detenida cuando trasladaba el cadáver del pequeño en el maletero de su coche.

La madre, Patricia Ramírez y la novia del padre, Ana Julia Quezada, han sido motivo de análisis por sus comportamientos y expresiones faciales tan distintas. En algunos medios se habla de dos expresiones de tristeza muy diferentes: una genuina, la de la madre y otra simulada, la de Ana Julia.


Pero, los analistas de comportamiento no verbal siempre deberíamos disponer de toda la información necesaria antes de efectuar cualquier tipo de análisis y ello no siempre es posible. ¿Cómo se comportan habitualmente los sujetos a analizar?, ¿qué gestos llevan a cabo habitualmente?, ¿qué cambios se producen ante determinadas preguntas?, ¿en qué contexto y en qué momento están tomadas las imágenes?, ¿que están escuchando?, ¿qué están diciendo?, ¿son imágenes fijas (instantáneas) o tomadas de vídeos? Para estas y para otras preguntas no siempre conocemos la respuesta y sin embargo nos lanzamos a efectuar análisis de todo tipo.

Como no siempre es posible disponer de toda la información necesaria para hacer un buen análisis, creo que, en esas ocasiones, lo mejor que podemos hacer es callarnos y dejar que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado hagan su trabajo. Ellos sí tienen la posibilidad de acumular todo tipo de información, de analizarla, de detectar indicios, de tomar declaraciones y de llevar a cabo un interrogatorio. Además, en concreto la Guardia Civil, cuenta con el apoyo de la Sección de Análisis del Comportamiento Delictivo de la Unidad Técnica de Policía Judicial. Nosotros, los analistas del comportamiento no verbal, debemos limitarnos a hechos pasados y a tratar de llevar al terreno de lo científico cualquier tipo de análisis que realicemos.

Porque el terreno de lo no verbal se presta a falsas creencias, a errores y a plantear como científico algo que realmente no acaba de serlo. Si yo afirmara que las expresiones faciales no “expresan” emociones, sino que más bien atribuimos una emoción a una expresión mostrada, seguramente dicha afirmación resultaría muy radical e impopular y chocaría de lleno con muchos de los analistas en comunicación no verbal y con la “sabiduría popular” de la mayoría de los ciudadanos. No obstante, de hacerlo, con ello no estaría afirmando que la expresión facial no esté vinculada a las emociones, sino que la naturaleza de esa relación debería ser examinada y explicada en detalle. Además, ocurre que lo que comúnmente identificamos en un rostro como tristeza (una de las denominadas “emociones básicas o primarias”) es una de las emociones que presentan mayor variabilidad en su expresión facial y cuyo reconocimiento suele ser más impreciso.

Si acudimos al Sistema de Codificación de la Acción Facial (FACS) de Ekman y Friesen (1978) y a su versión referida a las denominadas "emociones básicas" (EMFACS), la expresión prototípica de tristeza conlleva una serie de acciones musculares visiblemente diferentes (Unidades de Acción –AU- observables): la elevación de la parte interior de las cejas (AU1), el descenso de las cejas formando un triángulo (AU4) y el descenso de la comisura de los labios (AU15). La musculatura del rostro implicada sería, principalmente, el frontal, superciliar, piramidal, depresor superciliar y triangular de los labios. Pero entre las expresiones a las que les atribuiríamos la emoción de tristeza también podrían estar implicados otros movimientos faciales y seguiríamos hablando de tristeza; como la elevación de las mejillas (AU6), el remarque del pliegue nasolabial (AU11), la inclinación de cabeza (AU54) o la mirada hacia abajo (AU64), por poner algunos ejemplos.

Si analizamos la fotografía de la derecha, en ella vemos a la madre de Gabriel durante un acto para tratar de buscar a su hijo, antes de conocer el fatal desenlace. En esa imagen, como muchos analistas han detectado, la madre del niño muestra claramente esa elevación de la parte interior y descenso de sus cejas (AU1+4). Pero dichos movimientos también son característicos en las expresiones a las que le atribuye una emoción de miedo y también ocurre que en dicha instantánea no aparece descenso alguno de la comisura de sus labios y sí cierto alargamiento. Pero el descenso de su mirada (AU64) es otro indicador de tristeza y la zona de la boca nos indica que su expresión se acerca más al llanto, con esa separación de labios (AU25) y elevación de barbilla (AU17). Su expresión va más allá de la tristeza, su rostro transmite un dolor intenso, el sufrimiento de una madre cuyo hijo ha desaparecido y cuya vida corre peligro. Su expresión es una señal de socorro, de petición de ayuda desesperada. La posibilidad de perder a un hijo es causa suficiente para generar el dolor y angustia que muestra en su rostro. Son muchos los adjetivos que podrían describir cómo se puede sentir esa madre: afligida, abatida, deprimida, desesperada, impotente, desconsolada, compungida y un largo etcétera. Sin embargo, ninguno de ellos parecería suficiente  para reflejar lo que expresa el rostro de la madre de Gabriel.

Si analizamos la fotografía de la izquierda, en la que aparece Ana Julia, en primer lugar deberíamos hacer mención a la situación en la que fue tomada dicha instantánea. Pero los medios no lo detallan. Sin embargo, en ella vemos a Ana Julia vistiendo una camiseta con la imagen del menor, por lo que podríamos pensar que fue tomada el día en que participó en la concentración de apoyo a los familiares de Gabriel, el pasado 9 de marzo (dos días antes de su detención y de lo que se hicieron eco los medios). Tampoco sabemos qué estaba diciendo o escuchando cuando llevó a cabo ese gesto, con quienes se encontraba y un largo etcétera. Sin embargo, sí sabemos que la emoción atribuida a una expresión depende del contexto en el que ocurre (Carroll y Russell, 1996) y para este caso desconocemos el contexto. Así por ejemplo, está comprobado que en momentos de felicidad también se puede producir llanto y no tener en cuenta el contexto en el que se produce dicha señal, nos podría llevar desafortunado al error de inferir una emoción de angustia o infelicidad, en lugar de felicidad. En el caso que nos ocupa, está claro que su expresión no muestra el dolor y la angustia que muestra la madre, pero, al fin y al cabo, dicha expresión podría estar dentro de la norma: ella no es la madre de Gabriel. Ahora es cuando sabemos que sus sentimientos hacia el niño debían de ser inexistentes, o, mejor dicho, negativos. Su expresión facial no viene acompañada por la acción de la porción medial del músculo frontal, provocando esa elevación de la parte interior de las cejas (AU1). Sus cejas solo descienden y se juntan (AU4), pero ¿ello es indicativo de algo?, ¿por qué el dolor de una “allegada” ha de ser tan intenso o equivalente al de una madre?

Creo que es evidente que, a priori,  en la mayoría de los casos esa diferencia de expresión podría resultar normal. No obstante, Ana Julia lleva a cabo un gesto que hoy interpretamos como intencionado: taparse la boca. ¿Emplea ese gesto para mostrarse condolida?

Dicho gesto suele aparecer cuando presenciamos imágenes impactantes o trágicas. Por ejemplo, cuando un torero sufre una cogida por un toro, o ante imágenes de una barbarie, como un atentado terrorista. También en un momento de preocupación intensa, o cuando tratamos de reprimir una señal emocional, o tras ser conocedores de una noticia dolorosa. Y vuelvo a preguntar ¿en qué momento está tomada esa instantánea?, ¿son comparables ambas situaciones y ambos vínculos afectivos con el niño, para poder sacar conclusiones sobre la falsedad o veracidad de dicha expresión?

Yo solo me atrevería a afirmar que su expresión, al estar presentes distintos medios de comunicación, probablemente trate de producir efectos en el receptor con beneficios para ella: el hacer creíble su inocencia en un momento en el que probablemente ya intuía o sabía que las sospechas recaían sobre ella. Pero si analizamos ambas imágenes bajo el prisma de la ecología de la conducta, la expresión de dolor de la madre también compartiría la misma finalidad: producir efectos en el receptor (la persona que tiene a su hijo) con beneficios para ella (atraer la atención de quien tiene a su hijo, conmoverlo y que lo libere cuanto antes). En ambos casos se trata de intenciones sociales, pero no me refiero a “intencional” como un estado consciente, sino simplemente como una disposición conductual dirigida a la persona que supuestamente tenía secuestrado a su hijo.

Los padres del niño sabían desde el principio que la persona implicada en su desaparición probablemente se encontraba en el entorno familiar o en el grupo de amigos. La madre era consciente de ello y cada intervención pública que hacía –a veces con Ana Julia a su lado- iba en ese sentido: como reclamo de compasión hacia ella, una madre hundida por el dolor. De hecho, la madre llegó a afirmar a la Cope, después de que apareciese el niño, que una vez volcadas las sospechas sobre Ana Julia, “tenía la esperanza de ablandarla”. Y es que, en definitiva, la expresión facial es una herramienta de comportamiento que empleamos para tratar de lograr ciertos objetivos. Y más que expresar emociones, es una estrategia de comportamiento impulsada por los motivos o necesidades del remitente (Fernández-Dols, 2013).

Tras este trágico suceso hay algo que también me atrevería a afirmar con rotundidad: la enorme frialdad y crueldad de Ana Julia Quezada sabedora del sufrimiento que estaba ocasionando a toda la familia del pequeño, pero muy especialmente a la madre y a su propia pareja. Los motivos por los que esta mujer llegó a cometer un acto tan miserable no los conocemos. Si descartamos un móvil económico, probablemente estén relacionados con celos o con un deseo de “posesión” hacia su pareja y a considerar al pequeño Gabriel un obstáculo para sus planes de futuro, o para conseguir plenamente esa “posesión”.

Ahora, con el fatal desenlace, el sentimiento de tristeza de sus padres perdurará y se transformará en angustia. Tristeza y angustia se sucederán y manifestarán en oleadas, en un intento por recuperar la pérdida. Pero también habrá momentos de rabia. Rabia contra la vida, contra Ana Julia, quizás contra Dios, contra ellos mismos por no haber expresado sus sospechas, de uno contra el otro por no haber impedido su muerte… aunque racionalmente no se haya podido hacer nada por impedir el fatal desenlace. Ese estado disfórico se prolongará hasta que con el paso del tiempo empiecen a desvanecerse poco a poco esos sentimientos, pero el recuerdo del pequeño Gabriel les acompañará para el resto de sus vidas. Ojalá que todo el apoyo social recibido al menos les sirva para que, en ese recuerdo, también haya instantes agradables. 


Referencias

Carroll, J. M., & Russell, J. A. (1996). Do facial expressions signal specific emotions? Judging the face in context. Journal of Personality and Social Psychology, 70, 205-218.

Ekman, P. (2003). Emotions revealed: Recognizing faces and feelings to improve communication and amotional life. New York: Times Books.

Ekman, P., & Friesen, W. (1978). Facial Action Coding System: A Technique for the Measurement of Facial Movement. Palo Alto: Consulting Psychologists Press.

Fernández-Abascal, E. G., & Chóliz Montañés, M. (2001). Expresión facial de la emoción. Madrid: UNED.

Fernández-Dols, J. M. (2013). Nonverbal communication: origins, adaptation and functionality. In J. A. Hall, & M. L. Knapp (Eds.), Nonverbal communication (pp. 69-92). Berlín: De Gruyter Mouton.